Reducir el consumo de energía fósil se ha convertido hoy en día en una necesidad acuciante, si queremos reducir la emisión de CO2 a la atmósfera y cumplir los objetivos de emisión establecidos en el protocolo de Kioto. Quemar carbón o petróleo tiene un impacto bien visible sobre el paisaje, en forma de penachos de humo cargados de diversas sustancias contaminantes. Fotografía: Pickle
La energía fósil es energía solar concentrada y petrificada en forma de compuestos de carbono, procedente de plantas y animales que vivieron hace millones de años. Este carbono, al quemarse, pasa a la atmósfera en forma de dióxido de carbono, el principal componente del efecto invernadero.
El carbón fue el primer tipo de combustible fósil en ser utilizado como energía comercial. Siguieron el petróleo y por último el gas natural. Hoy en día los tres tipos coexisten en nuestro modelo de consumo de energía, con el carbón estabilizado, el petróleo en crecimiento y el gas natural en franca expansión.
Toda nuestra economía está basada en el consumo masivo de energía fósil: la energía procedente de carbones, petróleo y gas natural aporta un 88% del consumo total de energía primaria.
¿A dónde nos conduce la energía fósil?
Solución sostenibleEs necesario reducir paulatinamente el empleo de combustibles fósiles como fuente de energía. Esto se puede conseguir de dos maneras: sustituyendo su uso por el de las energías renovables y usando la energía de manera mucho más eficiente. Ya existen planes y proyecciones para alcanzar este ambicioso objetivo.
Enlaces de interésInstituto de Carboquímica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Instituto de Petroleoquímica, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Información acerca de sus líneas de investigación para un mejor uso de los combustibles fósiles.
Oficina de Energía Fósil, del Departamento de Energía de los Estados Unidos.
(En inglés)